"Esperar duele. Olvidar duele. Pero el peor de los sufrimientos es no saber qué decisión tomar"
Amanecía y la luz del sol entraba a través de su ventana. De nuevo se le había olvidado bajarla. Se levantó sin abrir mucho los ojos y procedió a bajarla. Por fin de nuevo la habitación a oscuras. Se dio la vuelta y volvió a dormir.
Horas más tarde, cuando ya hubo descansado lo suficiente o quizás porque alguien estaba haciendo algo de ruido, decidió levantarse. Tenía la sensación de que aquel no iba a ser un buen día.
Sin saber porqué empezó a llorar. Pero no por los motivos de las últimas veces que había llorado presa de su agobio en algún día de mucho trabajo o por personas o situaciones que ella sabía que no merecían la pena. Esta vez era diferente. Pensó mucho. Sabía que tenía de todo. Una familia unida que le quería, unos buenos amigos y amigas con lo que compartía muchas cosas, además de un techo donde vivir y un montón de cosas materiales que llenaban su vida. Pero ese día, a pesar de que sabía que debía ser afortunada, se dio cuenta de algo: no era feliz.