Odio los domingos. Los aborrezco y los detesto. No hay nada que hacer. Y si estás soltera, aburrirte.
Todo el mundo sabe que, si tienes un amante, los domingos son lo más distinto que puede haber. Las parejas reservan los domingos para la gozosa intimidad. Las odio a todas.
Apuesto a que ahora mismo están en algún café, tomadas de la mano bajo los periódicos, resplandecientes de felicidad después de su pausado polvo matinal. O están paseando por ahí en sus automóviles descapotables, riéndose juntos con expresión relajada. O, peor todavía, están en el campo, pegándose una buena juerga con otra pareja de amigos, o están tumbados en el sofá viendo unos vídeos juntos. Y apuesto a que todos ellos dan todas estas cosas por descontadas. Hijos de puta.
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